Cantora / Hay personas que todo lo abrazan
El crisol enorme de país que la visitó en su obituario, fue una muestra de lo vasto que es, holgura sonante en cuanto a diversidad de nuestra nación, esa misma tierra que la cantora vio por fotos desde su exilio allá muy al sur del mundo, la misma también que muchas veces ufana su anchura y no ve sus extremos adolescente de tan solo un par de siglos de vieja. Pero su canto fue tantísimo más fuerte de lo fuertes que hubieron de ser los puercos de la historia nuestra, los que nada han podido estropear en su despedida. Los más variados dogmas, ideologías, posturas estéticas, géneros musicales, fisonomías y clases sociales, desfilaron en una acongojada hilera de verdaderos estremecimientos, llantos y pesares. El llanto de todos fue entonces, el peregrino río salino que meciendo el enjambre de gentes dio un dolor igual a todos y cada uno.
El evidente pasar innmune de la muerte ante todo, seguramente ha titubeado ante esa certeza que muchos teníamos de no verla morir jamás. Y es ahora esa negación al oficio de la parca una realidad inmortal en la memoria y el imaginario de todos.
La cantora fue y es ahora tanto como antes, mucho más que una voz atiborrada de prodigio al lomo de un repertorio estupendo. Es el sentir en versos de una sinceridad que deberíamos obligarnos a no olvidar nunca.
Fue su último acto, quizás su deseo más batallado, el mismo que le supo costar la triste lejanía de su patria: juntarnos a todos en torno de si, cual si su cuerpo fuera el terruño Argentino que siempre pelea consigo mismo y pocas veces ve la palabra certera en el canto justo. Reunirnos todos. Eso solo lo lograría alguien hermoso en el más sublime, noble y perfecto sentido de la palabra.
Más allá del amargo gusto en el corazón que nos depositará su ausencia, de la insistente sensación de injusticia repetida, quedamos así todo con la esperanza, a la vista de la vasta despedida brindada, de creer que aún todos podremos ser uno y todos un montón de unos que cantemos a viva voz y agradezcamos la vida, por su “gracias a la vida” que será de su potestad y de nadie más. Nos regalo además la oportunidad que logramos aprovechar, de una gran y correspondida despedida, que en ocasiones anteriores ocultamos con indiferencia y mutismo, y dimos así la muestra de haber aprendido algo.
Esparcirán sus cenizas por tan solo una parte del país, pero los vientos naturales la volverán a situar en cada rincón florido de este costado del mundo. La memoria a veces frágil y vidriosa de los argentinos, no será esta vez enmascarada por otro recuerdo más reciente, el fuego del amor y el compromiso dan la marca indeleble y sabremos que mientras uno solo de nosotros cante y de gracias a la sabia subsistencia diaria, será la cantora la voz de esta tierra.
“Gracias Negra”